Hasta 1999, busca, escucha y se sorprende.
Encuentra el azul silencio del mar
con olor a sentina y brea,
el verde clamor de la montaña
con olor de nieve y hierba.
Aquello a un lado, esto en el otro,
encima, sin arrugas, sin dobleces,
palabras, caricias, vivencias y consejos
forman su enriquecedor equipaje,
que en los primeros quince años
le conducen de Santander a Dobres.
La maleta ya está hecha.
Ante el presagio de borrón y cuenta nueva
atribuido a este milenio presente,
abre de nuevo su entrañable maleta
y en el único espacio que le quedan
lo llena de sonido con notas prisioneras,
al igual que sus sentimientos atrapados
por la emoción de las costumbres de antaño
que en el Coro Ronda Altamira libera.