~ Madrid y las nuevas experiencias
Juan era un hombre positivo, dinámico y muy emprendedor; el entusiasmo y la propia seguridad en sí mismo le permitían introducirse en nuevas aventuras. En 1943 decide abrir una filial de la imprenta Andrey en Madrid, en el bajo del nº60 de la calle García Morato, instalando su residencia en el piso superior. Su vida a partir de ahora transcurrirá entre dos ciudades, Madrid y Reinosa, pero va a ser el mundo de la Villa y Corte el que le atraiga con más fuerza y al que dedicará más tiempo.
A partir de 1945 hasta la década de 1970 dirige y edita la revista Unión de Compositores y Escritores (UCE), desde su imprenta Gráficas Andrey. En ella publican compositores como: Jacinto Guerrero, R. Sáez de Adana, Jesús Guridi, J. Calleja y el propio Juan Guerrero; escribe artículos, entrevistas, edita sainetes como las Narraciones montañesas: Panchuco, los pasodobles Raza taurina y Mi amor, y el himno de la revista ¡Si UCE triunfará!. Muchas de estas composiciones la firma bajo seudónimos como Azuri, Beneto, De la Serna y Guadalupe; los dos últimos los toma del nombre y apellido de su mujer, y los dos primeros por sufragio familiar.
A esta labor editorial y compositiva de Juan en la revista, tenemos que añadir la periodística y crítica sobre temas musicales importantes, como: su interés por la situación de las Bandas de Músicas Civiles en España (que le lleva a colaborar activamente en el Boletín del Colegio Oficial de Directores de Bandas de Música Civiles), y la preocupación por la enseñanza musical en España. En numerosos artículos refleja la apatía del sistema educativo y la aridez de los métodos vigentes, situación que le anima a editar la Cartilla del Solfeo Cantado, que como él mismo dice "sirve para iniciar en el aprendizaje del solfeo como un nuevo sistema más ameno, que facilite la forma de ir adquiriendo los conocimientos musicales elementales, especialmente para poder cantar por medio del solfeo". Según nos confiesa su hija Mª Pilar "con este sistema nos enseñó música a mi hermano y a mí, nos hacía solfear cantando".
Ante esta notoria labor, en 1948 los miembros de la Sociedad Unión de Compositores y Escritores (UCE) le rinde un entrañable y cálido homenaje. Entre los numerosos asistentes se encuentra, el maestro Jacinto Guerrero, Conrado del Campo, Ignacio Sanuy, el presidente de la Sociedad General de Autores. Amigos todos ellos que se reunían los domingos en la tertulia "Teatro Lara con Alforjas para la Poesía", en donde los debates sobre poesía, música y artes en general eran los temas dominantes.
En 1958 Juan se traslada definitivamente a Madrid, pero nunca abandona Reinosa, sus vacaciones y muchos fines de semana los pasa en su "tierruca", por lo menos hasta las fiestas de San Mateo, fiesta en la que colaboraba como organizador, periodista y cronista.
Los diez años siguientes son para Juan un periodo muy fructífero, de esta época son las canciones: No le quiero que sea molinero; Dulce nombre de María; Castellana; Ávila monumental; Himno del ejército del aire; Cuando braman las olas; Himno de Charitas; Marinero sube al palo; la zarzuela A la sombra del henar y la comedia Era necesario un torrente. Colabora con los músicos, escritores y poetas cántabros, con los cuáles le unía una gran amistad y que nunca perdió, ya que si su trabajo estaba en Madrid su corazón residía en Cantabria. Así, en 1969 le invitan a formar parte del jurado del VI Certamen de la Canción Marinera de San Vicente de la Barquera junto con E. Gurrutxaga, P. Luis Prieto y Mª Castañeda y Carlos Diego y le encargan la composición de la canción obligada Cuando braman las olas.
De la amistad con Gerardo Diego nació en 1971 el himno Pico tres mares, que dedicó a Isidoro Palacio promotor del turismo en el Alto Campoo. En ese mismo año, estrena con gran éxito la comedia Iparraguirre, en el Teatro Principal de San Sebastián, antología en la que realiza una bella semblanza de la figura del poeta José Mª Iparraguirre en su aniversario.
Juan estuvo trabajando hasta los últimos días de su vida. Tenía un gran proyecto, la composición de su primera ópera Cristóbal Colón con el historiador A. Domínguez Ortíz, pero murió demasiado pronto y de una manera gratuita y estéril, el 14 de abril de 1980 en Arroyo de las Fraguas (Guadalajara). Todos los que conocieron a Guerrero coinciden en calificarle como una persona humana, emprendedora y muy trabajadora, que sentía una gran pasión por la "tierruca" y a la que dedicó su tiempo y su obra.
Pero dejemos que sea la pluma amiga de Juan José Calderón Escalada "El Duende de Campoo", la que ponga el colofón a estos apuntes biográficos:
"Y todo esto, los que vivimos y los que recordamos, el Ochote "Ecos del Ebro" y los "Coros Campurrianos", gracias a la labor callada e inteligente del nuestro Guerrero Urreisti, que, en largos años de paciente trabajo, ha recogido lo más y lo mejor del folklore campurriano, rico como pocos en esta espontánea manifestación de cultura popular. Y lo ha recogido con tan sincera lealtad y justeza de aciertos que sus composiciones musicales son tomadas por el pueblo como suyas, pues las asimila y las canta con oírlas una sola vez, prueba inequívoca de que Guerrero supo llegar al alma del pueblo e interpretarla como es, sin exagerados requiebros artísticos que la desfiguren ni demasiadas concesiones populacheras que la rebajen".